El Tren Maya y los desafíos para el desarrollo turístico comunitario
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Resumen
El 15 diciembre de 2023 se inauguró el Tren Maya, al ponerse en funcionamiento el trayecto de Campeche a Cancún (México). Este megaproyecto, que abarca una extensión de 1 525 kilómetros y atraviesa los estados mexicanos de Yucatán, Quintana Roo, Campeche, Tabasco y Chiapas, ha sido motivo de polémica y confrontación entre diferentes actores sociales. Al ser uno de los principales proyectos del Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024 de la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador, ha sido promovido como una alternativa para el desarrollo económico del sureste de México, mediante la promoción del turismo, la movilidad de los habitantes y productos para fomentar el desarrollo regional. En el otro extremo, el Tren Maya ha sido visto como un megaproyecto que representa la profundización de las políticas neoliberales que fomentan la privatización de las tierras ejidales y bienes comunes, la destrucción del medio ambiente, el extractivismo y la proletarización.
Entre estas dos posturas irreconciliables, se abre un abanico de posibilidades para el análisis sobre los efectos multidimensionales del Tren Maya, cuya operación y funcionamiento terminará por transformar al sureste del país. Entre otras cosas, se ha dicho que el Tren Maya permitirá que el turismo que hoy se concentra en la franja costera de Quintana Roo, específicamente en Cancún y la Riviera Maya, sea atraído tierra adentro, para que visiten las comunidades mayas de la región. El patrimonio biocultural integrado por las zonas arqueológicas y construcciones de origen colonial, así como la existencia de la selva, los cenotes y las expresiones culturales vivas de las comunidades atraerían a los turistas. Esto permitiría que los beneficios económicos del turismo, ahora altamente concentrados en las zonas hoteleras de Cancún y la Riviera Maya, se distribuyeran por toda la región, conduciendo así al desarrollo regional.
Si bien, el Tren Maya constituye un medio de transporte que facilitará la movilidad de los turistas hacia el interior de la Península de Yucatán, su simple existencia no basta. Para que lleguen los turistas hacen falta muchas cosas, entre ellas, posicionar en los imaginarios turísticos el deseo de viajar y pernoctar en los sitios ubicados tierra adentro. Hace falta también conocer más a los turistas, ya que miles de ellos cuentan con recursos limitados y los paquetes “todo incluido”, contratados desde sus países de origen, les permiten estar un promedio de 6.2 días en el destino turístico. Está también la necesidad de establecer acuerdos con las agencias de viajes, hoteles, empresas navieras, para crear paquetes turísticos que incluyan la visita a las comunidades rurales de la región. Todo ello, no es fácil y tendrá que ser motivo de análisis.
Adicional a lo antes señalado, habrá que analizar los alcances y limitaciones del turismo rural o alternativo. En este artículo, se presentan algunos apuntes sobre los avances y dificultades a las que se han enfrentado los proyectos de desarrollo rural. Se plantea la necesaria intervención del Estado para apoyar dichos proyectos con miras al empoderamiento de las comunidades para proteger su territorio y favorecer la gestión autónoma de sus proyectos, como una vía para acceder al desarrollo.
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