Hernández Serrano, Pedro Antonio,

Ataviada para Dios, esclarecida para el mundo.

Ética económica en La Luz del Mundo,

Universidad Autónoma de Aguascalientes-El Colegio de Jalisco, 2019, 427 pp.

ISBN 978-607-865-296-9

 

 

Ataviada para Dios, esclarecida para el mundo. Ética económica en La Luz del Mundo, es producto de la investigación que Pedro Antonio Hernández Serrano realizó como tesis de maestría dentro del Posgrado en Estudios sobre la Región del Colegio de Jalisco, cuyo título fue “Ética económica entre los miembros comunes de La Luz del Mundo, Hermosa Provincia, Guadalajara”. Desde su fundación en 1926 en Guadalajara, Jalisco, esta iglesia despertó el interés, tanto de investigadores y periodistas, como de la población en general. S ha caracterizado por su fuerte presencia, sus redes sociales y políticas, su forma de organización, vivienda y vestido. Hernández Serrano, con una visión novedosa presenta distintas dimensiones de análisis que se entrelazan para cumplir con el objetivo de su investigación:

comprender cómo se está reconfigurando, y bajo cuáles condiciones e influencias, la ética económica de los miembros comunes, así como analizar las relaciones de tensión y/o negociación que ellos sostienen con el aparato institucional de lldm [La Luz del Mundo], al resolver todo lo que tiene que ver con su desempeño económico (Hernández Serrano, 2019: 31).

     Una primera dimensión de análisis es la metodológica, tomando como base la Teoría Comprensiva de Max Weber (1987; 1997; 2002). A partir de ello, la forma en la que Hernández Serrano se acercó, conoció y llevó a cabo su estudio, está marcado por tres momentos: la de creyente en tránsito, como él lo menciona, “del sí ser” al “no ser” parte de una religión; la de ex miembro, con todo lo que implica ser visto de esta manera por la propia iglesia y cómo él mismo se percibe frente a sus antiguos correligionarios; y, finalmente, por su posicionamiento como investigador. Estas tres formas implicaron limitaciones y tensiones, pero a su vez permitieron al autor tener un conocimiento fino de la realidad estudiada.

     Una segunda dimensión de análisis es la diacrónica. El autor presenta la historia del fundador y sus sucesores, y nos muestra cómo se ha establecido el “linaje sagrado” de La Luz del Mundo. Además, indaga cómo se ha conformado la iglesia a partir de la influencia del pentecostalismo norteamericano que llegó a México en el siglo xx, lo que nos permite entender las características de La Luz del Mundo y su funcionamiento. Asimismo, el autor discute dos aspectos importantes para caracterizarla: en primer lugar, las razones por las que se puede considerar como una iglesia pentecostal a partir de su teología, rituales y la ética económica basada en la Teología de la Prosperidad; en segundo lugar, subraya la necesidad de definirla como una religión de libro, en concordancia con Carla Vargas (2013), por escribir su propia historia centrada en la vida de su apóstol, socializándola a través de diferentes medios y ritualizandola, al igual que la Biblia. Al estudiar la historia del apóstol al mismo tiempo que las Escrituras, se construye una memoria colectiva sobre la fundación de la iglesia.

     Una tercera dimensión es la espacial. En mi opinión, la construcción de la Hermosa Provincia en Guadalajara, su trazo y el templo están vinculadas a la lógica de la Teología de la Prosperidad, dado que desde su diseño está pensada para ascender. Al respecto, son interesantes los significados atribuidos al templo que el autor señala en su trabajo:

Por un lado, representa a toda la comunidad como una gran entidad femenina, lo cual da testimonio del crecimiento numérico de la iglesia; y por otro, demostrar que los lujos y dimensiones del templo son una manifestación de la elección del pueblo de Dios y, por tanto, que la iglesia posee la única oferta de salvación […]. De esta manera, el templo, materializa la búsqueda del reconocimiento social de la iglesia y es, en sí mismo, un medio de evangelización (Hernández Serrano, 2019: 142).

     Finalmente, la cuarta dimensión de análisis se centra en los agentes. Las entrevistas que Hernández Serrano nos presenta en su libro muestran las contradicciones, matices y posturas de los miembros con respecto a sus prácticas económicas y sus divergencias, puntos en común y/o reproducción de la ética económica institucional. Esta, sin duda, es una aportación muy importante de este trabajo, da un aire fresco a los estudios sobre La Luz del Mundo que se han realizado, en los que se ha hecho hincapié en la autoridad incuestionable de la institución, desdibujando la agencia de sus miembros. Al plantear la perspectiva del actor, nos presenta creyentes reflexivos y críticos.

     A grandes rasgos he señalado los ejes de la obra; no obstante, la ética laboral y económica es parte transversal del trabajo de Hernández Serrano. Al respecto, el empeño y significado que tanto hombres como mujeres le dan al trabajo es medular en su forma de vida, para el fortalecimiento de su fe y de la iglesia. La idea de prosperidad material y ascenso social que prevalece en la conciencia de los “miembros comunes” sólo puede lograrse a través del trabajo. Integrada, principalmente por una clase media y popular, La Luz del Mundo motiva a los creyentes mediante sus prédicas y discursos en vías de que obtengan un desarrollo y crecimiento económico que dé cuenta de la fuerza divina, y que sirva como el testimonio de estar en el lugar correcto, de ser el pueblo elegido de Dios. La ética económica, siguiendo la definición que nos da el autor, es “un conjunto de creencias y prácticas, tan significativas, que estimulan pragmáticamente el desempeño económico de los sujetos” (Hernández Serrano, 2019: 63).

     Desde una perspectiva weberiana, el autor construye una serie de categorías para dar cuenta de los diferentes tipos de miembros de acuerdo con su ética económica. Una ética económica que se influye y a la vez presenta tensiones con la ética económica institucional, que se ha ido modificando con el correr de los años como consecuencia de su inserción en la economía capitalista, de la expansión a diferentes países del mundo, de la movilidad de sus miembros a otros lugares o la llegada de miembros de “afuera” a la Hermosa Provincia, así como por la necesidad de los creyentes por buscar nuevos derroteros laborales, lo que potencia la conformación de redes que transcienden los muros de la colonia. De tal forma que Hernández Serrano nos muestra las dos caras de la moneda: la iglesia como un aparato regulador y la de los creyentes que resignifican mediante sus prácticas de consumo material, éxito laboral, tiempo libre/ocio, diezmo y ahorro, lo que la iglesia les demanda.

     A través de la biografía del fundador de La Luz del Mundo, Eusebio Joaquín González, mejor conocido como Aarón, el autor muestra cómo la formación del fundador, su carácter y su búsqueda espiritual, influyeron en el establecimiento de algunos de los principios que hasta hoy en día rigen a la iglesia, aunque con ciertos matices. El autor muestra cómo pasó de ser una iglesia austera, con un sentido ascético, a una donde la Teología de la Prosperidad da sentido al quehacer de los “miembros comunes”, lo que posibilita la administración y consumo de bienes materiales como muestra de la fortaleza de espíritu. La Teología de la Prosperidad, a decir del autor, “transforma y acomoda contradicciones de orientación religiosa a lo terrenal-material y viceversa” (Hernández Serrano, 2019: 75).

     El autor señala que la estrategia del modelo de hacienda protectora, propia de las comunidades pentecostales europeas y norteamericanas del siglo xx, en las que se congregaba a las poblaciones más desfavorecidas ofreciéndoles oportunidades de mejora laboral, económica y educativa, es un modelo que La Luz del Mundo sigue poniendo en práctica para establecer lazos de solidaridad, apoyo y mayor cohesión al interior. Esto implica un doble movimiento, una especie de empoderamiento individual en que se invita a los miembros a “buscarse el pan”, a prepararse profesionalmente para mejorar su situación económica, pero sin dejar de lado su deber como creyentes y miembros de la comunidad. En La Luz del Mundo el trabajo individual está pensado en un objetivo
colectivo.

     El trabajo remunerado, visto como una actividad primordialmente masculina, una demanda divina que reafirma el rol de proveedor, del varón como cabeza de familia, está cambiando porque los tiempos son otros y las mujeres, como se puede atestiguar en los casos que el autor presenta, también “son Luz” y, a la vez, están en el mundo. Estas son algunas de las tensiones de las que Hernández Serrano da cuenta en su trabajo. Los roles de género comienzan a modificarse o a flexibilizarse. Aunque la Hermosa Provincia brinda a los miembros la utopía de la “igualdad”, está integrada por familias de distintos sectores sociales e ingresos económicos que se ven obligadas a trabajar de forma conjunta para vivir cada día. La idea de felicidad, de cobijo y apoyo que prevalece en los “miembros comunes” es muestra del éxito que ha tenido el discurso institucional y de su proceder como hacienda protectora, brindado a los fieles herramientas para la vida; sin embargo, también en notorio un cierto distanciamiento en términos “espirituales”, de aquellos miembros que deciden o deben trabajar largas jornadas laborales y tienen que ausentarse de los cultos o de las actividades de la iglesia, siendo prioridad el bienestar familiar.

     Las tensiones, muchas veces tienen que ver con la administración de los recursos y el tiempo. Para algunos de sus miembros el tiempo libre y la posibilidad de contemplación, muy propia de la vida ascética, es prioridad, pues hay que “trabajar para vivir y no vivir para trabajar”; para otros, el trabajo significa una mejora en la calidad de vida vinculada al consumo material; además, la idea de que si hay trabajo es porque Dios lo puso en el camino. Por ello, la negociación sobre las actividades realizadas en la iglesia está mediada por las donaciones económicas o en especie que dan los miembros que no pueden asistir con regularidad. También es importante ver cómo las redes internas familiares y con miembros que tienen algún cargo en la jerarquía, la familia de origen, es decir, si se procede de una familia que nació en La Luz del Mundo o es converso, marca la forma en la que se negocian los tiempos, las actividades y el diezmo otorgado. Hernández Serrano establece categorías de miembros de acuerdo con su desempeño económico, el tipo de trabajo que realiza y su apego o no a la institución.

     El primer tipo es el “miembro poco observante”, que se refiere a la tendencia típico-ideal de creyente en tensión con la ética económica institucional y no en tensión con todo el sistema de creencias y prácticas de la iglesia. Prioriza su tiempo libre y se caracteriza por el gusto de su trabajo más que por el monto de la remuneración. Este miembro se muestra activo en la vida religiosa de la Hermosa Provincia. Un segundo tipo de miembro es la “entregada”, específicamente caracterizado por mujeres. Este tipo de miembros son sumamente activas en las prácticas de la iglesia, su trabajo secular como su actividad religiosa están pensadas para servir. Trabaja poco para ella misma. Su objetivo es evangelizar en vías de la salvación de las personas, además, “cree que la inspiración para trabajar viene del orden divino que imita Jesucristo, el apóstol y luego la iglesia” (2019: 350). Como tercer tipo de miembro, resalta el “observante pobre”, el cual resalta el asunto de la responsabilidad individual para alcanzar el éxito laboral e “involuntariamente promueve la imagen homogénea y privilegiada de clase social con la que confirma la pertenencia al pueblo de Dios, de acuerdo con la ética económica institucional” (2019: 364). El cuarto tipo es el “miembro observante desahogado”, quien se apega a la ética económica institucional, pero privilegia la realización económica de la familia, “quiere deslindarse de las tentaciones del mundo en las que ha sucumbido en el pasado, razón por la cual prefiere ser un trabajador tradicional e independiente en la Hermosa Provincia” (2019: 367). El tanto, el quinto tipo, el “miembro observante tradicional”, proviene de una familia antigua, cumple con lo que se espera de él, acude a los cultos, aporta monetariamente a la iglesia con su diezmo y desempeña un oficio aprendido dentro de la iglesia. Por último, el autor describe al “miembro algo observante”, que diverge de la idea de trabajo difundida por la iglesia, negocia con el aparato institucional, lo que provoca tensiones y alejamientos pues tiene una postura crítica-reflexiva sobre la lógica económica y cree que la gente es pobre porque quiere.

     La tipología que nos plantea Hernández Serrano, nos muestra la diversidad de miembros y posturas que tienen con respecto al trabajo, sus prioridades tanto económicas como personales. Es evidente el peso de la institución familiar en la toma de decisiones y en la manera de vivir su fe. También nos muestra a La Luz del Mundo como un caleidoscopio, pese a la necesidad de verla como homogénea, está integrada por creyentes diversos, con historias diferentes y con una forma distinta de vivir la vida a pesar de compartir la misma creencia religiosa.

     Con las descripciones etnográficas, el autor nos adentra a la vida en La Hermosa Provincia, nos lleva a recorrer sus calles, sus puestos comerciales, a vivir “la cascarita”, a ponernos nerviosos con la Casa del terror, a vitorear el “¡viva México!”  y presenciar las charlas de las mujeres durante la vendimia; a imaginar a José, uno de sus colaboradores, en sus trayectos en bici mientras construye la historia de la iglesia a través de sus fotografías; a Mateo jugando videojuegos en sus tiempos libres; a Ana vendiendo sus productos de belleza mientras le enseña a sus hijas sobre “superación”;  a Kehila, yendo al trabajo, “haciendo política”; a Elvira, trabajando con el grupo de mujeres casadas al que pertenece, durante el tiempo que cierra su negocio de alimentos; a Sara haciendo radiografías en el centro de salud de la iglesia; a Moisés, en la playa, pasando las vacaciones con su familia; a Abel colocando los abarrotes de su tienda y a Jesús poniendo color en los muros de la Hermosa Provincia.

     A través de las descripciones del autor, es posible entender cómo La Hermosa Provincia está pensada para ser un Edén en el que sus miembros vivan felices, “con todo a la mano”, sin tener que salir de ella —aunque esto es imposible, pues La Luz del Mundo vive en el mundo y se ha tenido que adaptar a él—. Con un fuerte sentido de comunidad, la iglesia funciona hacia adentro y afuera; internamente existe toda una lógica en red y lazos de solidaridad; sus diversas organizaciones e instancias de ayuda a la población vulnerable, posibilita pensar en la “eliminación de la pobreza”; el fuerte sentido de responsabilidad individual, rectitud y esfuerzo se ven reflejados en las diversas formas de trabajo de sus miembros, trabajos pensados para sustentar a las familias y para hacer crecer la iglesia y sus diversas instancias.

     La Luz del Mundo es resultado de un largo proceso de búsqueda de su fundador por establecer lo que Dios le solicitó a través de un sueño: restaurar la Iglesia Primitiva. Dicho objetivo, como lo muestra el autor en su texto, ha pasado por diversos cismas en su interior; también, por procesos históricos, políticos, sociales y económicos que han hecho de La Luz del Mundo una iglesia sui géneris, muy a la mexicana, compleja de definir en términos denominacionales y de estructura, pero con una gran capacidad de adaptación de acuerdo con el contexto en el que se inserta. 

     En el texto de Hernández Serrano hay un esfuerzo constante por establecer un diálogo entre el discurso institucional y el de los “miembros comunes”. Este es un aporte muy importante de su trabajo pues nos muestra los caminos recorridos por los fieles en la conformación de sus historias de vida, en su forma particular de vivir y administrarse económica y espiritualmente, aún inmersos en la dinámica cotidiana de La Luz del Mundo que establece una ética moral y económica específica.

     Ataviada para Dios, esclarecida para el mundo. Ética económica en La Luz del Mundo, refleja la diversidad al interior de esta iglesia a partir de las prácticas económicas que sus miembros realizan. De igual modo, nos permite comprender de mejor manera la complejidad de una congregación tan peculiar, a la mexicana, que se ha tenido que adaptar al tiempo en el que vive, un tiempo que ha llevado a sus miembros a modificar su práctica religiosa, a veces, a tomar distancia, priorizando prácticas seculares y, otras, a engalanarse para rendirle tributo a su Dios.

 

Hilda María Cristina Mazariegos Herrera

Universidad de Guanajuato

Bibliografía

Hernández Serrano, Pedro Antonio

           (2019) Ataviada para Dios, esclarecida para el mundo. Ética económica en La Luz del Mundo, México, Universidad Autónoma de Aguascalientes-El Colegio de Jalisco.

Vargas, Carla

           (2013) Más allá de una institución religiosa… ¡somos La luz del mundo!, tesis de licenciatura, México, Escuela Nacional de Antropología e Historia.

Weber, Max

           (1987) “Las sectas protestantes y el espíritu del capitalismo”, en Ensayos sobre sociología de la religión, Madrid, Taurus.

           (1997) Sociología de la religión, México, Ediciones Coyoacán.

           (2002) La ética protestante y el espíritu del capitalismo, México, Ediciones Coyoacán.