UN MODELO DE ECONOMÍA HORIZONTAL                                     111

 
UN MODELO DE ECONOMÍA HORIZONTAL

 

Miguel Guevara Chumacero

Zona Arqueológica de Monte Albán, Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), México

correo electrónico: miguelguevarach@gmail.com

 

Vladimira Palma Linares

Universidad Autónoma del Estado de México, México  RECIBIDO: 24 DE AGOSTO DE 2018; ACEPTADO: 14 DE DICIEMBRE DE 2018

A los doctores Manuel ndara y Felipe Bate, que inculcaron la inquietud por una arqueología nomológica.

 

Resumen: Este trabajo tiene por finalidad presentar un modelo económico aplicado a bienes de subsistencia en un área de amplia diversidad ecológica. A través del concepto de micro- ambiente, procuramos entender cómo los grupos sociales emplean diversos mecanismos, como la movilidad o la estacionalidad, para acceder a los diversos recursos. Para el estudio de caso, se recurr a los trabajos arqueológicos, históricos y etnográficos de la región de los pantanos de Centla, Tabasco, ocupado por grupos de lengua Maya-Chontal.

 

Palabras clave: economía, subsistencia, diversidad ecológica, movilidad, grupos  Mayas-Chontales.

 

Abstract: The objective of this work is to propose an economic model applied to subsistence  goods in an area of wide ecological diversity. We apply the concept of microenvironment trying to understand how social groups use different mechanisms, such as mobility or sea- sonality, to access diverse natural resources. For the case of study, we appeal to archaeologi- cal, historical and ethnographic studies on the region of swamps of Centla, Tabasco, inhabited by Mayan-Chontal.

 

Key words: economy, subsistence, ecological diversity, mobility, Mayan-Chontal groups.


 

EL NEOVOLUCIONISMO Y LA DIVERSIDAD ECOLÓGICA

Tradicionalmente la movilidad ha sido considerada una atribución característica de los grupos cazadores-recolectores, y la adopción de una forma de vida agrícola sedentaria se visualiza como un proceso que redujo considerablemente dicha mo- vilidad (Kelly, 1992: 43). Este enfoque fue opuesto al que percibimos mientras recorríamos la zona de pantanos de Centla en la Costa del Golfo de México, don- de los grupos mayas chontales actuales practican actividades de pesca, caza y reco- lección, además de las labores agrícolas, lo que los conduce a poseer una extensa movilidad y patrones de explotación estacional a través de diversos nichos ecológi- cos. Y estos mismos patrones de movilidad que percibimos en la actualidad ocu- rrieron en el pasado. Las fuentes documentales y la información arqueológica apuntan a movimientos regionales para controlar una gran amplitud de recursos. Pero esta situación no es aislada. Hay diversos ejemplos culturales donde ocurre un patrón de explotación similar. Fue entonces que nos interesamos en conocer si hay algo que provoca tal recurrencia en los patrones de movilización de diversos grupos agrícolas sedentarios. ¿Hay algún tipo condición inicial que cause estos patrones de regularidad? Es posible que situaciones como ésta sean en gran medi- da una respuesta social a un medio ambiente de amplia diversidad. Y curiosamen- te éstos son algunos de los problemas que discutía la ecología cultural hace sesenta años.

Para mediados del siglo XX, el Departamento de Antropología de Columbia era una de les sedes de lo que ahora denominamos neoevolucionismo. Encabezado por Julian Steward, a quien se describía como un apasionado por el enfoque com- parativo y precursor del movimiento de la ecología cultural —entendida como el efecto del ambiente sobre la cultura. El neoevolucionismo fue un desarrollo en respuesta a la necesidad de fomentar teorías que explicaran las diferencias sociales y los procesos de cambio cultural, y para Steward esto era fundamentalmente a través de la adaptación del hombre en su medio natural. Steward intentaba for- mular una propuesta que salvara el determinismo en que caía la escuela de la ecología. No se trataba exclusivamente de una adaptación al ambiente, como se formulaba, sino que el hombre introduce el factor superorgánico de la cultura (Steward, 1955).

Los trabajos de ecología cultural de Steward tuvieron gran impacto en un grupo de estudiantes de Columbia entre los que se encontraban Stanley Diamond, Morton Fried, Robert Manners, Sidney Mintz, John Murra, Eric Wolf y Elman Service. Éste último, llevó a cabo sus estudios de antropología en la Universidad de Michigan donde se graduó en 1941. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, donde participó activamente, ingresó a la Universidad de Columbia para efectuar su doctorado (Erickson y Murphy, 2003), recibiendo el grado de doctor en 1950


 

por su tesis sobre la aculturación Guaraní resultado del trabajo de campo que realizara en Paraguay.

Para ese momento, Service mantenía el interés por la base ecológica entre los grupos humanos. Enfatizó la adaptación al entorno, tanto con los elementos de la geografía como con otras sociedades (Service, 1975: 319), y en especial la integra- ción social como una adaptación a los recursos disponibles. Service fue particular- mente influenciado por el trabajo de Marshall Sahlins en la Polinesia para la adopción de una base económica en la comprensión de la evolución social. Estos principios fueron empleados en su texto Primitive Social Organization (1962).

Detrás de los diferentes significados asignados a la ecología cultural, estaba presente un problema fundamental: ¿Su objetivo es encontrar leyes y procesos universales, o bien explicar fenómenos particulares? Steward señalaba que el análi- sis de las adaptaciones ambientales para mostrar cómo surgen nuevos patrones culturales, era un asunto muy diferente a la squeda de similitudes universales en tal adaptación ambiental (Steward, 1955). Entre los representantes del neoevo- lucionismo mencionados, es notorio el espíritu nomológico de la época y el esfuer- zo por descubrir los procesos generales de cambio cultural.

Este ensayo está inspirado en el modelo de desarrollo expresado por el neo- evolucionismo, con especial énfasis en los patrones culturales, que pensamos pue- den ser formulados como un principio económico general, frente al contexto particular de un medio ambiente de amplia diversidad ecológica.

 

 

LA ECONOMÍA DE EXPLOTACIÓN HORIZONTAL

Un sistema económico de explotación horizontal, es definido como un rango altitudinal homogéneo en el que se presenta gran variedad micro-ambiental en un área geográfica reducida, que produce un amplio rango de recursos concen- trados. En este sistema, las diferentes zonas ecológicas y sus recursos son accesi- bles a las poblaciones humanas, ya que por su cercanía éstas pueden explotar la complejidad de bienes de subsistencia de los distintos microambientes, sin nece- sidad de grandes movimientos de población estacionales o de extensas redes de comercio (Brush, 1977: 11).

Por tal razón no hay una organización especializada del trabajo por parte de diferentes grupos o comunidades para el aprovechamiento de microambientes específicos, sino que una comunidad se organiza explotando los recursos de ma- nera que corta horizontalmente esta región incorporando todo el rango de va- riabilidad ecológica. En este sentido cada comunidad es redundante en relación a las demás en cuanto a los recursos a los que accede, dado que todos los poblados atraviesan la misma variabilidad y acceden a los mismos recursos. Así las activi-


 

dades de aprovechamiento de los bienes de subsistencia en las comunidades deberían considerarse como actividades universales (Flannery y Winter, 1976: 36), en tanto que son labores llevadas a cabo por cada comunidad de la región.

De esta manera, las condiciones para la existencia de una economía de control horizontal serían que si para un medio en el que no existan diferencias topográfi- cas, en la que se presenten ecosistemas diferenciados, y a escasa distancia que per- mita su aprovechamiento, entonces ocurrirá la consiguiente posibilidad de obtención de recursos en cada uno de ellos.

Ahora bien, existen dos variables relacionadas con estos principios condiciona- les, los cuales son la forma de acceso a los recursos y la movilidad de los grupos.

 

Acceso y movilidad

La movilidad se refiere a la manera en la cual los humanos se trasladan a través del paisaje en relación a las propiedades del medio ambiente, no solo natural sino también social, lo cual tiene un amplio impacto en la localización y composición de los asentamientos de una región (Binford, 1980). Las investigaciones etnográficas han mostrado que hay varias dimensiones envueltas en la movilidad, entre las cuales se encuentran las estrategias de subsistencia.

El acceso a los bienes de subsistencia básicos por parte de las comunidades está estructurado en gran medida por la relación geográfica, es decir, la distancia entre el emplazamiento de las comunidades y los recursos que se adquieren. El acceso a los recursos en zonas ecológicas de amplia diversidad y cercanas a las poblaciones consumidoras, se efeca por medio de una jornada de viaje para adquirir y reco- lectar estos bienes. En esta clase de economía el tipo de procuramiento es a través del acceso directo —en ocasiones también llamada movilidad residencial (Ne- wlander, 2012: 3). La importancia del concepto de organización de acceso directo es que las entidades consumidoras de bienes fueron responsables de adquirirlos directamente. Cuando está envuelto el movimiento de individuos o grupos peque- ños para llevar a cabo actividades específicas de ida y regreso a la localidad resi- dencial, se le denomina movilidad logística (Adrefsky, 1998: 213).

Otro concepto involucrado es el de forrajeo, definido aquí como toda actividad asociada a la obtención y el consumo de bienes de subsistencia alimenticia. Se lleva a cabo mediante la movilidad residencial con el desplazamiento al lugar donde se ubican los recursos en determinados momentos (Newlander, 2012: 55). Dentro del forrajeo distinguimos dos formas de procuramiento de recursos. El primero es el de forrajeros, definido como el movimiento de un grupo entero de una locación a otra para la explotación de recursos, que ocurre principalmente en organizaciones de bandas. El segundo son los colectores, representado por grupos que van y


 

retornan al campamento base a través de una organización de movimientos logís- ticos para la obtención de los recursos.

En el caso de una economía horizontal, éste último es el que pudo tomar lu- gar. Lo anterior nos conduce a visualizar que el sedentarismo en esta economía puede envolver amplios movimientos logísticos; la duración, frecuencia y distancia de los movimientos son importantes para caracterizarlo como un “sedentarismo relativo” (Adrefsky, 1998: 213).

MacDonald y Hewlett (1999) desarrollaron un modelo de movilidad, que aunque planteado para sociedades cazadoras-recolectoras, puede generalizarse para sociedades con amplia movilidad como es el caso de la economía que estamos planteando. Los tres niveles de movimientos son: a) micro-movimiento que se refiere la movilidad individual y de un grupo para propósitos de subsistencia;

b)     meso-movimiento, que describe la movilidad a distancias intermedias para visitar parientes, y probablemente incluya la distancia de una población a otra, y c) macro-movimiento que incluye la movilidad a lugares lejanos para explotar re- cursos escasos.

Los macro-movimientos, a través del acceso directo a fuentes de materiales inusuales, escasos o raros, como metales o minerales o materia prima para elemen- tos arquitectónicos, tienen una configuración diferente. Una forma en que puede ocurrir el procuramiento de materiales escasos, es su hallazgo incidental al mo- mento de efectuar otras actividades de subsistencia, el cual se ha visto como un medio eficiente de adquirir estos bienes. Esta actividad ha sido descrita por Binford (1979: 259) como procuramiento incrustado (embedded procurement) y común- mente se encuentra en asociación con áreas de actividad de procuramiento.

El procuramiento de un bien único o escasamente distribuido, o que implique una gran distancia para los consumidores, puede llevar a otras formas económicas, como el comercio, o incluso se puede forzar a los grupos a formar parte de una articulación dentro de la organización socio-política inmediata.

 

Autonomía en la subsistencia

La cercanía a los recursos y su acceso directo por parte de los asentamientos, otor- ga un alto grado de autonomía a las poblaciones, en términos de una auto subsis- tencia económica. La diversidad ecológica bajo este sistema económico está ligada a un sistema de autosuficiencia. Cada comunidad se esfuerza en controlar un máxi- mo de microambientes ecológicos para aprovechar los recursos que, por las condi- ciones geográficas, solo ocurren ahí y en una temporada particular. Con esta referencia, pensamos los grupos sociales no se adaptaron a una zona ambiental particular, sino que se adaptaron a varias zonas ambientales, análogo a una eco- nomía de espectro amplio como la planteada por Flannery (1968: 67).


 

El límite espacial de una economía de control horizontal está dado en términos de eficiencia; conforme mayor es la distancia para la obtención de un recurso, decre- ce el radio de costo/beneficio (Vita-Finzi y Higgs, 1970). La estrategia de los asenta- mientos es minimizar el radio de energía empleada y procurada (Roper 1979: 122). Pero algunos recursos vitales y básicos pueden resultar menos inmediatos y ubicarse a mayores distancias. En estos casos operan otras estrategias de obtención, como el intercambio y la economía de mercado.

Se ha planteado (Pichardo y Guevara, 2014) que debido a este patrón económico la competencia por los recursos entre las comunidades está minimizada. Existen modelos en que el control de los recursos ambientales juega un papel importante (Barth, 1976; Hodder, 1979), con un proceso resultante de relaciones diferenciales, y hasta de conflicto, entre los grupos asentados en distintas zonas ecológicas. Para el modelo de economía horizontal esta situación no ocurre. En contextos de baja den- sidad poblacional hay una distribución regular de asentamientos en el paisaje que permite el acceso a los recursos sin que se espere una situación de conflicto, al punto que haga necesario que las comunidades se asienten en zonas ecológicas menos cen- trales. Un proceso de estrés o crisis que puede ocurrir en este tipo de economía se desata en situaciones donde se despoja a una comunidad del acceso a uno o varios de los microambientes.

Por otro lado, Gluckman (1973) ha apuntado que las diferencias que puedan desarrollarse en la coexistencia de grupos en una región se pueden regular mediante mecanismos en sus formas de interacción. Los ecosistemas en los cuales se realiza el procuramiento de estos recursos incluyen una serie de mecanismos de regulación. Tres de estos mecanismos son la explotación simultánea —a la que denominamos explotación variada-, la estacionalidad y la programación, que son actividades cultu- rales mediante las cuales se resuelve el conflicto para la explotación de los diferentes sistemas de procuramiento u obtención de recursos (Flannery, 1968: 74).

Explotación variada. Un primer mecanismo de regulación que está presente en este modelo económico es precisamente la explotación de variados ecosistemas. In- dependientemente del nicho ecológico que ocupe la población, se tiene la facultad de movilizarse a los demás microambientes para la obtención de los bienes de subsis- tencia básicos. Los asentamientos ocupan un área en el paisaje con la equivalente posibilidad de acceso a los distintos nichos ecológicos y sus recursos, por lo cual no hay una competencia por las zonas de mejor calidad ambiental y con lo cual se reduce la competencia por el control de los recursos básicos de subsistencia, a pesar de su distribución limitada por la estacionalidad.

Estacionalidad. Una de las divisiones más importantes entre los grupos humanos es la estación de lluvias y la de secas. Su importancia radica en que las diferencias de humedad están asociadas al valor adaptativos de las especies, lo cual predetermina los patrones de caza y recolecta por parte de los grupos asentados en la zona.


 

Sabemos que los grupos humanos reaccionan en consecuencia a esta estacionalidad (MacNeish, 1964). La estacionalidad restringe la naturaleza de los recursos y hace imposible su recolección durante todo el año. La mayoría de las plantas y animales están disponibles para el sustento durante una estación o parte de una estación. Odum (1985) ha apuntado que la periodización requiere comprender la estaciona- lidad y los ciclos de cada planta y animales así como los factores para controlarlos.

Programación. La solución más compleja es denominada programación - scheduling- (Flannery, 1968). Debido a la estacionalidad, varios recursos son difíci- les de obtener y hay casos en los que en el mismo periodo del año, un amplio número de recursos son adquiribles simultáneamente, produciendo una situación en la cual puede haber un conflicto en el tiempo y la organización del trabajo del grupo. También pueden ocurrir situaciones donde un recurso se presenta de for- ma abundante en un corto periodo de tiempo. En estas situaciones, la división del trabajo a través de distintas neas (edad, sexo, estructura del grupo social) puede ser una solución común a estos conflictos.

Esta programación permite decisiones programadas que pueden permitir la explotación de varios recursos al mismo tiempo. La programación es un mecanismo oportunista que promueve la sobrevivencia ante los procesos de variación anual de recursos, como una forma de adaptación más efectiva (Flannery, 1968: 66).

Pensamos que la economía horizontal es un sistema eficiente para esta clase de ecosistemas de amplia diversidad. A continuación se presenta un ejemplo de con- trol simultáneo de nichos ecológicos que permita precisar los alcances del modelo.

 

 

EL CASO. LOS MAYAS DE LA COSTA DEL GOLFO

Los grupos maya-Chontales de Tabasco habitaron, entre otras zonas, en una sec- ción de las tierras bajas ocupando la región de la costa de Centla, en el actual Es- tado de Tabasco. Esta área posee un amplio mosaico de pequeñas zonas ecológicas que denominamos microambientes. Los microambientes pueden ser definidos como las subdivisiones de grandes zonas ecológicas (Coe y Flannery, 1964: 143). Lo anterior es importante debido a que estos nichos representan un segmento en el hábitat humano y dentro de estos ambientes delimitados se pueden analizar dis- tintas relaciones humanas (Barth, 1976: 19). Esta región contiene claras subdivisio- nes ecológicas. Los cuatro microambientes reconocidos son (con base en Vega, 2005) las playas y dunas, manglares, cordones litorales y los pantanos.

Estas tierras bajas permanecen inundadas gran parte del año, por lo que el acceso y la explotación de los recursos resultan difíciles. No obstante, los humeda- les del área de Centla poseen una rica biodiversidad, resultando fundamentales para el desarrollo económico local (Maimone et al., 2006: 28).


 

Como señalamos hay cuatro microambientes que se emplean como zonas de obtención de recursos de subsistencia (Figura 1). La costa y zona de playa de dunas, resultan ricos en bienes de subsistencia, dado que de ahí provienen los recursos del mar, donde el pescado provee de una fuente importante de proteína. De igual ma- nera hasta hace unas décadas había una intensa producción de cal de ostión.

 

Figura 1. Calendarización de los diferentes recursos de la zona costera de Centla en comparación con el ciclo de precipitación (tomado de Mamoine et al., 2006, Figura 2, con modificaciones de Guevara).

 

En los camellones litorales ocurr la producción de maíz, el cual difícilmente se obtenía en la zona costera de manglar o pantano. Las condiciones de la agricul- tura en la costa tropical húmeda del Golfo de México son muy particulares, en especial en estos ambientes de humedal. Esta actividad era llevada a cabo exclusi- vamente en la zona de camellones litorales. Recordemos que una limitante para el cultivo en un ambiente de cordones litorales es la saturación temporal, asociada a la elevación de los niveles frticos en temporada de lluvias (Salcedo y Larios, 1987: Cuadro 1). Por tal motivo la práctica de cultivo de maíz tiene una calendari- zación que se restringe a la época seca del año. El cultivo se lleva a cabo en las crestas o zonas elevadas de los cordones litorales. Lo anterior se debe a que se trata de las zonas que se mantienen libres de humedad la mayor parte del año. Ahora bien el cultivo enfocado a estas topoformas naturales nos recuerda a la agricultura en campos elevados, técnica que solo fue desarrollada en un medio que tiene la característica de ser pantanoso, anegado o con afluentes de agua (Sie- mens, 1989). Esta técnica también fue usada por sociedades de la Costa del Golfo


 

en lugares como las tierras bajas de Veracruz y Tabasco (Pohl, 1990). La agricul- tura de campos elevados es una práctica de agrícola intensiva, que se desarrollaba muy fácilmente en zonas pantanosas o humedales.

Del microambiente de manglar se obtienen recursos como el cangrejo azul, el pijije, iguana, garrobo y vegetación silvestre empleada como material de construc- ción y combustible, además de que en este ambiente se elabora carbón vegetal a partir del botoncillo, una especie arrea de manglar. Finalmente en la zona de pantano se obtienen, entre otros recursos, la espátula rosada, pato coco, tortugas de agua dulce (entre las que se encuentran el pochitoque y la jicotea como los ejemplos más consumidos en la actualidad), el robalo blanco, el topen o topota y el camarón blanco.

Los estudios etnográficos sobre el uso de recursos en esta región (Maimone et al., 2006: 34-35) han mostrado que los núcleos familiares con parcela dedican a la agricultura el 29.9% del número total de jornales anuales, mientras que el porcen- taje dedicado a la pesca es mayor (37.4%); de igual manera, la recolección (14.6%) supera a actividades como la producción del huerto familiar (6.4%). En grupos familiares que carecen de milpa, la pesca es la principal actividad (65.3%).

Las actividades estacionales son programadas para no entrar en conflicto con el ciclo agrícola dado que las prácticas agrícolas poseen su propia programación a lo largo de un año. En regiones como ésta donde la actividad agrícola se desarrolla en la estación de secas, la estación de lluvias está abierta a actividades estacionales de recolección intensiva. De igual forma la explotación de recursos silvestres se puede conservar permanente a lo largo de todo el año, manteniéndose sin conflic- to con el ciclo agrícola si es efectuado a través de mecanismos como la programa- ción. En la costa de del Pacífico de Chiapas, un ambiente similar al tratado en este estudio, con gran riqueza de peces y recursos de sistema de estuario y laguna, colectaban sin que ninguno de estos recursos entrara en conflicto con el patrón agrícola (Flannery, 1968: 83).

En una situación de actividad agrícola anual, que coincide con otros bienes lacustres y estuarios importantes para la economía local, es latente una situación en la que ambas prácticas podrían entrar en conflicto, propiciando que alguna no se efectuara. Así, en contextos ambientales como éste de gran riqueza de recursos, y en donde varios bienes de subsistencia coinciden en su calendario de producción o recolección, alguna clase de programación debe tomar lugar y que reduzca esta situación de conflicto.

 

Movilidad en el pantano

En la actualidad son siete las comunidades ubicadas en la zona costera de Tabasco, situadas entre el río Grijalva y el río San Pedro y San Pablo (Ciudad de Frontera, Poblado Carlos Rovirosa, Ejido La Estrella, Ranchería El Bosque, Ranchería La


 

Victoria, Ejido Nuevo Centla). En su mayoría están asentadas en el microambiente de cordones litorales (71.4%), a excepción de la ciudad de Frontera que se ubica en un área de dunas arenosas colindante al río Grijalva y la ranchería El Bosque que se asienta en zona de playa.

Esta concentración de poblaciones hacia un microambiente particular coincide con el patrón de asentamiento prehispánico. En el área estudiada se han identificado 19 sitios arqueológicos datados alrededor del año 1200 d.C., los cuales, se situaban (en un porcentaje del 90%) en la zona de cordones litorales (Pichardo y Guevara, 2014: 297). Resultando una región con amplia diversidad ecológica, los primeros poblado- res maya-chontal ocuparon el microambiente de camellones litorales debido a que es el lugar más óptimo de residencia por las condiciones de inundación a que se ven sujetas las demás zonas ecológicas. Una característica de los camellones, es que se ubican de forma central en la región, por lo cual resulta un punto desde el cual se minimiza el costo de acceder a la variabilidad de recursos presentes en los demás microambientes. Las poblaciones asentadas en la zona central de camellones tienen la posibilidad de desplazarse a los distintos microambientes del área. Con esta movi- lidad pueden controlar y explotar múltiples recursos alojados en los distintos micro- ambientes.

En un trabajo previo (Pichardo y Guevara, 2014) efectuamos un análisis de área de captación, metodología que consiste en delimitar un territorio concéntrico alrededor de un asentamiento, y en el cual están contenidos los recursos inmedia- tos y accesibles para sus habitantes (Vita-Finzi y Higgs, 1970: 7). Para la región de Centla marcamos un radio de 5km alrededor de los asentamientos basado en el propio planteamiento de Vita-Finzi y Higgs. No obstante, este valor está estable- cido por un desplazamiento a pie desde el asentamiento hasta el área de obtención de recursos. En la región costera de Centla sin embargo, por el tipo de ambiente de humedal, el transporte era mediante navegación en agua (lo cual permanecía así hasta hace pocos años y que recientemente ha cambiado con la construcción de caminos por parte de PEMEX). En este sentido es importante una referencia do- cumental de 1579 en la que se señala la distancia máxima de la cual se obtenían los recursos de la villa de Santa María de la Victoria: “…y lo demás del servicio de esta villa se trae a ella por agua en canoas, de un cuarto de legua, y de una legua y lo más lejos de legua y media de ella (Relaciones histórico geográficas de la Pro- vincia de Tabasco, 1983: 430).

Una legua y media equivale a 6.28 km. Así el radio de desplazamiento para la obtención de los recursos de un asentamiento vía el traslado mediante la navega- ción en canoas en esta zona de pantanos y estuarios, es de un radio de 6.28km, con un área de captación de 123.89km2. Con esta movilidad se pueden controlar y explotar múltiples recursos alojados en los distintos microambientes, bajo un sis- tema económico horizontal (Figura 2).


 

 

Figura 2. Ejemplo de área de captación para el asentamiento actual de La Victoria, Centla (Dibujo

A. Pichardo y M. Guevara).

 

 

Para entender las actividades temporales de subsistencia, en los estudios ar- queológicos de superficie se reali el registro de una serie de artefactos que no estaban asociados espacialmente a sitios arqueológicos. El patrón geográfico de estos artefactos puede proveer información acerca de aspectos tan variados como los rangos estacionales de procuramiento, las estrategias de adquisición, los lími- tes territoriales, la localización de los trayectos prehistóricos y las rutas de viaje, el valor de curaduría de los artefactos, la fuente de extracción de los bienes, la presencia de sistemas de intercambio, o la existencia de interacción intergrupal. A estos artefactos, registrados y recolectados, se les denominó artefactos aislados. En el noreste de México se les denomina artefacto móvil (Valdovinos, 2009: 40-

41) y consistían desde uno a cuatro objetos con una relación espacial y asociados a una misma topografía (generalmente camellones). Fueron geo-posicionados y también se registró su contexto, el cual fue descrito junto con las características formales del artefacto. Resultó importante el registro de los artefactos para observar si forman un patrón de distribución espacial que pueda corresponder a


 

las siguientes funciones: a) actividades temporales de recolección, caza o pesca; b) áreas de tránsito entre dos puntos, o c) contexto secundario resultado de la re- deposición de los artefactos por factores culturales o naturales (Valdovinos, 2009: 41-42).

En la metodología se distinguió entre artefactos, con su carácter de transpor- tabilidad y elementos culturales, relacionados a materiales arquitectónicos (Bin- ford, 1968). Así, se pudo observar que se cuenta con dos tipos de artefactos. Los que pudieron funcionar como implementos (entre los que se encentran restos de vasijas de cerámica e instrumentos ticos) y ecofactos. Por su parte entre elemen- tos se identificaron restos de elementos arquitectónicos, tales como fragmentos de bajareque y ladrillos cocidos. Los artefactos los asociamos a actividades de forrajeo que actuaron en un sistema de procuramiento particular. En tanto que los elementos fueron indicativos del emplazamiento de residencias que no eran observables en superficie, en lo que Haviland (1975) denominó arquitectura invisible. Recordemos que esta zona se caracterizó ampliamente por una arqui- tectura de tierra compactada y cocida, dado la carencia de materiales pétreos al ubicarse en un paisaje aluvial.

Como ejercicio heurístico se determinó la distancia mínima de estos artefactos aislados con respecto a los sitios arqueológicos más cercanos. La distancia mínima de los artefactos a un asentamiento base, fue de 41m, en tanto la distancia má- xima fue de 2882m, con los cual precisamos que se localizan dentro del rango de área de captación del asentamiento.

La distancia mínima de elementos arquitectónicos al asentamiento base fue de 1867m y la máxima de 2289m, con un rango promedio de 2km. Pensamos que se trata de evidencia de una residencia aislada fuera del asentamiento base. Dada esta evidencia, recurrimos a identificar unidades habitacionales aisladas y establecer su distancia con respecto al sitio arqueológico más próximo, con base en el principio del vecino más próximo. La distancia mínima de una estructura aislada con respecto a un sitio arqueológico fue de 492m, y de 1257m la distancia máxima, con una distancia promedio de 803m (Figura 3). Originalmente, estas residencias aisladas habían sido identificadas con asentamientos de bajo rango en la jerarquía regional (Guevara y Pichardo, 2016), no obstante ahora considera- mos que la presencia de residencias aisladas fuera del asentamiento base, pudo estar vinculada con un patrón de doble residencia, como asentamientos tempo- rales para la explotación de un área de recursos en particular. Aun en la actuali- dad, en zonas de camellones litorales fuera de los núcleos poblacionales, hay que pequeñas residencias aisladas construidas de material perecederos que son ocupadas temporalmente (Figura 4).


 

 

Figura 3. Sitio arqueológico Nuevo Centla y residencias aisladas cercanas (anteriormente identificadas como los sitios arqueológicos Romeo García y San Luis 2), que forman parte de un patrón de doble residencia del territorio o radio de forrajeo. Se señalan las distancias a los distintos artefactos aislados identificados.

 

 

Figura 4. Residencia aislada contemporánea en un camellón litoral de Centla, que se emplea como zona de almacén o descanso temporal en las actividades de explotación de recursos fuera de la co- munidad o ranchería que funge como asentamiento permanente (Fotografía: Guadalupe Lara).


 

 

Figura 5. Ejemplo del radio de forrajeo de dos sitios arqueológicos de la zona de Centla, mostrando las residencias aisladas cercanas (que asocio a un patrón de doble residencia) y los artefactos aislados, que se pueden vincular con sistemas de procuramiento particulares.

 

 

Figura 6. Radio de forrajeo de la ranchería La Victoria y la distancia de los distintos recursos obteni- dos (sistemas de procuramiento). Se muestra el área de captación propuesto que identificamos con el rango anual.


 

Para entender las conductas asociadas a estas distribuciones resulta de especial interés el modelo generalizado de movilidad (Binford, 1980) que se puede generalizar cinco niveles:

 

1.        El radio de forrajeo, que se emplea en la subsistencia básica, para el caso de sociedades pre-tribales, raramente se extiende más allá de 10km y en caso de sociedades sedentarias en un ambinete de humedal a 6km como lo hemos planteado.

2.        El rango anual es el área usada durante un año tanto para propósitos logísticos y residenciales.

3.        El radio logístico es la zona explotada por las partes que se mantienen alejadas del campamento residencial al menos durante la noche.

4.        El rango extendido es el área residencialmente desocupada además del radio logístico el cual puede ser tomado por el exceso de población o ser incorpora- do en el rango anua de un grupo en situaciones de estrés de recursos.

5.        El rango de vida es el área sobre la cual un individuo puede esperar viajar durante toda la vida, incluidos viajes de subsistencia, información, matrimonio y otros fines sociales.

 

El análisis de distribución de los artefactos aislados y residencias fuera del nú- cleo del asentamiento base, permit definir una serie de zonas que pueden ayudar a delimitar los territorios de forrajeo de las poblaciones en la zona costera para el periodo prehispánico (Newlander, 2012: 44). En primer lugar, se encontró que los radios de forrajeo de los sitios arqueológicos no se extiende más de 3km (el rango es de la distancia lineal es de 1 156m a 2 882m), pudiéndose determinar que el radio de forrajeo alcanzó un área promedio de 0.150km2 (Figura 5). De esta forma vemos que el radio de forrajeo se encuentra contenido dentro del área de captación de sitio —a este último lo hemos asociado al rango anual definido por Binford.

De igual manera se realizó la estimación de la movilidad para dos poblaciones modernas del área de Centla. El primer caso documentado etnográficamente fue la ranchería La Estrella. Se pudo registrar que la distancia lineal total que recorren los pobladores para adquirir los bienes procurados es de 12 450m (desde el pobla- do el recurso más alejado se localiza a 5 566m). Por su parte, el radio de forrajeo alcanzó un área de 5.95km2, quedando todos los recursos enmarcados dentro del radio del área de captación (rango anual) propuesto para el poblado de La Estre- lla (Figura 6).

El segundo caso es el documentado en Quintín Arauz, ubicado al sur de la zona de Tres Brazos (Maimone et al., 2006). La distancia máxima a la cual se des- plazan los habitantes para realizar trabajos de producción de maíz en zonas bajas es de 6.50km a través de cayuco de remos. Por su parte, el punto más lejano para


 

la obtención de bienes de pantano se ubica a 6.89km (la distancia lineal total que recorren los pobladores para adquirir los bienes procurados es de 13 920m). En este caso el rango anual para la obtención de los diferentes sistemas de procura- miento es ligeramente mayor al área de captación propuesta. Obteniendo un promedio de los dos casos etnográficos documentados, la distancia de los recursos más alejados desde el asentamiento base es de 6.22km, coincidiendo con lo repor- tado en la información documental del siglo XVI.

Como se desprende de estos estudios, el radio de forrajeo es mayor en el caso etnográfico que en el arqueológico. Lo anterior en gran medida es debido a la naturaleza del registro arqueológico en la región. Hay un amplio grado de ocul- tamiento debido a procesos naturales por la constante deposición de suelo por las crecidas e inundaciones, de ahí la incompletud del registro arqueológico y la dife- rencia con respecto a los ejemplos etnográficos.

Se desarrolló un modelo de organización de movilidad (MacDonald y He- wlett, 1999) que complemente al modelo de Binford, definiendo tres niveles de movimiento: 1) micromovimiento que se refiere la movilidad individual y de gru- po para propósitos de subsistencia; 2) meso-movimientos se refiere a la movilidad a distancias intermedias para visitar amigos y parientes, y probablemente incluya la distancia a una población y 3) macro-movimientos que se refiere a la movilidad para explorar sitios exóticos por recursos escasos; esta última. Incorpora factores sociales como el intercambio, el comercio o la agresión. En la situación que hemos analizado, se incurre en micromovimientos para la obtención de los recursos de subsistencia básica que nunca superan el radio de 7km.

Recientemente Bettinger y Baumhoff (1982) definieron dos tipos de movimien- tos: 1) viajeros, que incurren en un gran costo de tiempo en viajar y menor costo en la extracción y procesamiento, y 2) procesadores, que inciden en menos tiempo de viaje y un mayor costo de extracción y procesamiento. Para la zona costera de Centla observamos que los grupos han optado por esta segunda organización, una movili- dad que implica viajar a cortas distancias de sus asentamientos residenciales, refle- jando que se trataba de grupos de colectores sedentarios (Newlander, 2012: 45).

 

Organización social comunitaria

Un aspecto importante es conocer la organización social que acompaña la explota- ción de estos bienes de subsistencia. Algo que nos han mostrado los estudios que han tratado ambientes de amplia diversidad ecológica, es que hay una base social que permite la organización para la implementación de las estrategias económicas. Como se ha señalado, la naturaleza de un grupo local está determinada en mayor medida por estas instituciones mayores, más que por sus adaptaciones locales (Steward, 1955). Las comunidades hawaianas, que son un paradigma de sociedades


 

que se han desarrollado en un ambiente de amplia diversidad ecológica, estaban asociadas a una unidad administrativa llamada ahupua’a. Esta unidad podía mos- trar una organización económica que formaba la base de muchas actividades su- pra-familiares que requerían de un amplio trabajo cooperativo, tales como la pesca con red y la construcción de sistemas de irrigación (Earle, 1978: 218).

Los límites territoriales de los ahupuaa no tuvieron demarcaciones físicas (Cos- ta-Pierce, 2002: 31), y a su interior se localizaban todos los recursos necesarios. En otras palabras, las poblaciones y sus zonas de recursos asociadas estaban distribui- das de tal forma que cada comunidad podía ser autosuficiente. Cada comunidad ahupuaa mantenía un control territorial sobre segmentos sustanciales de cada una de las zonas de recursos de subsistencia. El jefe supremo nombraba jefes menores para administrar los distintos ahupua'a (Withrow, 1990: 235). Dentro de los ahupua’a había secciones de tierra (illi) que eran concedidas de forma individual a familias extendidas (ohana) para su cultivo. Estas divisiones dentro de los ahupua’a llevaban títulos individuales (Costa-Pierce, 2002: 31).

Por su parte, el estudio ya csico de John Murra del modelo de control verti- cal en el sistema incaico, es caracterizado por el control directo de las tierras por parte de grupos étnicos independientes o unidades políticas desplazándose fuera de su región central. Estas colonias recibían el nombre de mitmaq y tenían como finalidad controlar varios recursos alejados de sus centros de población mayor. Con esta estrategia se obtenía el control vertical de un máximo de pisos ecológicos. La mayoría de la población permanecía en la zona del altiplano, pero la autoridad étnica mantenía colonias permanentes asentadas en la periferia para controlar los recursos alejados (Murra, 1975). Estas “islas” étnicas, se encontraban separadas físicamente de su cleo pero mantenían con él un contacto social y un tráfico continuo, mediante lo cual las unidades domésticas en la periferia no perdían sus derechos a terrenos productores en el núcleo (Murra, 1975: 94). Tales derechos se reclamaban y ejercían a través de lazos de parentesco mantenidos y perdicamen- te reafirmados ceremonialmente (Murra, 1974: 94-95).

Ambos casos nos ejemplifican que las estrategias de control de recursos en ambientes de amplia diversidad ecológica, eran logradas mediante formas de or- ganización social por encima de la unidad doméstica. Lo cual nos lleva a pregun- tarnos si en la zona maya-chontal de la costa exist una organización equivalente.

Las comunidades actuales en la zona de Centla, se organizan de acuerdo al recurso que se obtendrá. A por ejemplo, en la barra de San Pedro, Centla, la actividad de pesca cerca del litoral o en ríos y lagunas de sistemas de agua de inte- rior, ocurre —fuera del sistema de cooperativas—, a través de la organización familiar. La pesca en lagunas interiores o en humedales es de tiempo parcial y frecuentemente individual, dedicándose uno a dos días por semana a la pesca cerca de la comunidad, cuando no se están realizando actividades en el cultivo de la


 

milpa (Maimone et al., 2006 39). Por su parte, en la pesca litoral participan varios miembros del grupo familiar en actividades como atarrayear (tirar la atarraya, red circular), pero especialmente en la zona de arribo, con labores como la recogida y peso de pescado, en garrulear (limpiar el pescado de vísceras), arreglar redes, y la venta (Muñoz y Cruz, 2013: 247).

Para el cultivo del maíz y otras especies asociadas, trabajan el padre y los hijos en un área que no exceda las 2ha (Maimone et al., 2006: 30). Para la producción de carbón vegetal se realiza de forma individual en casi todo su proceso y únicamente en la etapa final de almacenamiento y traslado desde el lugar de producción, participan dos o tres miembros de la familia extensa.

Un caso particular es la pesca del topen. Al tratarse de un bien que se presenta en grandes cantidades pero en un breve periodo, requiere de la participación del grupo doméstico completo, por lo que actúan mecanismos de programación.

De esta manera podemos observar que en la actualidad la unidad familiar es la base del sistema de obtención de los bienes del huerto familiar, de la milpa, pesca y del procuramiento de recursos en los pantanos y manglares (Maimone et al., 2006: Figura 1).

Ahora bien, habría que preguntarnos, cuál era la forma de organización social y territorial maya-chontal para esta región durante el periodo prehispánico. La organización territorial de las tierras bajas de la península de Yucatán al momento del contacto estaba integrada por tres niveles. Uno era el cuchteel, reconocido como la unidad básica conformado por grupos de familias extensas, que además de actuar como unidad productiva también tenía funciones administrativas. Con- taba con un ah cuch cab, que era el representante encargado del tributo y servicio (Quezada, 1993: 419).

El siguiente nivel por encima del anterior era el batabil, personificado por el batab, que sujetaba política y administrativamente a un grupo de tres a cinco cu- chteelo’ob. A los pueblos gobernados en torno a la capital estaban gobernados por el batab pertenecientes al linaje dominante (Okoshi, 2006: 39) quien residía en uno de estos cuchteelo’ob. El batabil era un espacio territorial bajo el dominio y dependencia del batab.

El tercer nivel era el cuchcabal, la capital y su área dependiente. El gobernante principal era denominado halach uinic, quien residía en la capital. Hay que señalar que la capital se le identificaba con un topónimo, que muchas veces portaba el nombre del cuchcabal.

Sin embargo esta organización tuvo variantes regionales en el área maya. Iz- quierdo (2006) realizó un análisis de la organización territorial para el siglo XVI en la región de la Chontalpa (que incluye el área del caso aquí estudiado), em- pleando las categorías políticas en lengua maya Chontal derivados de los Papeles de Paxbolom Maldonado para la región de Acalan (Scholes y Roys, 1996). De tal


 

forma que reconoce el término payolel, como sinónimo del cuchcabal, es decir la unidad político-territorial y su jurisdicción. La organización interna era a través de la división de barrios llamados tzucul (Izquierdo, 2006: 164).

Sin embargo hubo espacios territoriales chontales dentro de la propia Chon- talpa en que no se reconocía este sistema de organización al momento del contacto español. La organización local de las comunidades mayas chontales de la costa de Centla al momento de la Conquista, estaba definida a través del chinamitl (Biosca, 2000: 62; Ruz, 2000: 128). Se trata de un término huatl que quiere decir cerca o valla de cañas. Tezozomoc asoció la palabra chinamitl a un camellón dentro del lago al señalar:

 

Y de allí binieron a Tequixquiac y allí labraron camellones y llamáronle chinamitl, que oy permanesçe este bocablo en Nueva España. Para otra población también al norte de la Cuenca de México nos refiere el término en el mismo sentido: Y allí en Xaltocan hizieron camellones dentro del lago (chinamitl), sembraron maíz y huauhtli, frisol, calabaça, chilchotl, xitomate (Tezozomoc, 2018: 25).

 

De esta manera, el término en este sentido, hace referencia a una franja agríco- la, que algunos han asociado a un huerto. Pero resulta interesante que estas refe- rencias lo vinculan a una clase particular de cultivos en zonas inundables y vinculadas con camellones de ahí la derivación del término chinampa. Lo ante- rior es consecuente con la zona costera que estamos estudiando, donde, como observamos con anterioridad, el cultivo se realiza en zonas de camellones en un medio de humedales.

Pero el chinamilt también designa una forma de organización social que repre- senta una unidad equivalente al calpulli. El vocabulario de Simeón lo traduce como “separación, cerca de cañas y por extensión barrio o suburbio”. Igualmente nos señala: También usan este término por las parcialidades que ellos tienen entre sí” (Simeón, 1977: 103). Curiosamente, esta forma de organización social ocu- rre fuera del área nuclear mexica donde hay una presencia nahua, habiéndose identificado en el norte de la Cuenca de México, en el sureste del Altiplano Cen- tral, en las tierras altas mayas de Guatemala y en las tierras bajas mayas de la costa de Tabasco. El que una expresión social del centro de México se encuentre como forma de organización en tierras mayas de la costa del Golfo, seguramente tuvo que ver con la amplia intervención mexica en los sistemas de intercambio de la región de Centla.

¿Qué diferencia había entre el chinamitl con respecto a otras divisiones como el calpulli o el tlaxilacalli —estas últimas identificadas como sinónimos. Zorita (1941: 6 y 86) ha reconocido que el término fue usado en documentos en el mismo senti- do que calpulli. A que se piensa que se empleó de forma intercambiable con el término calpulli en algunas regiones (Matthew, 2012: 166). Por su parte Pedro


 

Carrasco, en su csico estudio sobre Molotla, identificó que el calpulli de Yaute- pec estaba a su vez subdividido en nueve grupos que también eran llamados cal- pulli o tenamitl (Carrasco, 1976: 46). De esta manera hay situaciones donde el chinamitl se puede usar como sinónimo del calpulli o hacer referencia a unidades territoriales más pequeñas y de menor categoría política. Para Smith y Novic (2012) el chinamitl pudo ser la subdivisión de un extenso calpulli.

A observamos que también se trató de una forma de organización territorial. En la documentación del proceso en contra de Alonso López en 1549, se hace referencia del traslado de indígenas para llevarlos a Campeche, a lo cual se apunta que en dos o tres ocasiones se había sacado indios de Anta y de un chiname llama- do Sapinçol: “a otro chiname que este testigo tiene que se dice Sapinçol (Ruz, 2000: 128). Con base en esta información, Ruz señala para ese momento se designaban “chinames” a los caseríos próximos a la villa. La idea de chinamitl como la sub- división de un asentamiento, también queda asentada en dicho proceso cuando los señores naturales asentaron que Tamulté, junto con sus chinames, contaba con 45 casas, a más de 11 o 12 situadas fuera del pueblo (Ruz, 2000: 128), lo que nos da a conocer la existencia de chinames en las vecindades de este pueblo.

En consecuencia con lo asentado por Remi Simeón, el chinamitl para los pue- blos mayas-chontales, era entendido como un barrio o suburbio de un pueblo, o constante con el término colonial de parcialidad (Matthew, 2012: 166), así que se trató de una organización social por encima del nivel de la familia o de grupo doméstico (Maxwell y Hill, 2006). El mismo Carrasco también lo relaciona con vecindarios urbanos al visualizarlo como unidades territoriales espacialmente agrupadas (Carrasco, 1976). Las relaciones histórico-geográficas lo describen como “en el límite de un pueblo o una ciudad o un brazo de un pueblo” de tal forma que la expresión conlleva la idea de un asentamiento cercano en términos de pro- ximidad y su relación con un pueblo o ciudad (Annereau-Fulbert, 2012: 276).

Aunque no poseemos mayor información del chinamitl para la zona costera, la existencia de chinames en el área maya no es desconocida. En las tierras altas ma- yas de Guatemala, el chinamitl constituía una unidad social y tenía funciones polí- ticas y administrativas. Este tipo de organización estaba presente entre quichés, caqchikeles y tzutuhuil de Atitlán (Biosca, 2000: 65; Hill y Monaghan, 1987). Co- rrespondía a una división territorial usualmente asociada, o mejor dicho adscrita, al líder noble y por extensión a su familia, así como a la entidad social subordina- da. Estaba gobernada por una familia cuyo jefe actuaba como un tecutli a escala local (Jakorzinski, 2017: 1178; Maxwell y Hill, 2006), de tal forma que era mane- jado por un líder noble dominante cuya familia patronímica fue reconocida por todos los miembros del chinamitl (Hill y Monaghan, 1987). Efectivamente el pa- rentesco en las esferas domésticas y políticas es un elemento que caracteriza la naturaleza de la estructura del chinamit. Se ha señalado la expresión tin chinamit, que significa “cercano en sangre”, “estar relacionado”, o “ser parte de”, con lo cual


 

un chinamital implica la idea de identidad (Annereau-Fulbert, 2012: 276). De esta forma se ha interpretado el calpulli/chinamitl como una clase de unidad basada en alguna clase de parentesco. En las tierras altas mayas el chinamit se ha utilizado el término linaje como base de esta unidad (Carmack, 1977), aunque las reciente- mente las interpretaciones de los contextos de México central y de tierras mayas han señalado que no era necesariamente una unidad de parentesco (Maxwell y Hill, 2006). También se podía pertenecer al chinamital sin tener lazos de parentes- co con el resto de los integrantes (Hill y Monaghan, 1987: 32). Además hay refe- rencias que estas divisiones podían representar unidades étnicamente diferenciadas e identificadas (Carrasco, 1976: 46; Matthew, 2012: 176).

El chinamitl actuó como una sub-unidad administrativa. A excepción de la familia del gobernante el resto de la población del chinamitl estaba obligada a pagar impues- tos (Jakorzinski, 2017: 1178). Smith y Novic (2012) señalan que lo componían unida- des domésticas relacionadas que pagaban impuestos a un oficial de bajo rango. Además sus miembros también proveían de servicio personal al calpulli del cual dependían administrativamente.

Finalmente, el chinamitl, es una división de una organización político-territorial mayor. En el centro de México fue la subdivisión de un altepetl. No obstante, en la documentación histórica de la zona de Tabasco solo hay una referencia a este tér- mino. Al apuntar el descuido en que se tenía con el templo católico, un documento de 1549 señala que lo tenían “no en forma de iglesia sino como altepal e casa de in- dios (Biosca, 2000: 66). No tenemos conocimiento si para la época prehispánica se empleaba la categoría de altepetl en esta región.

Desconocemos hasta qué punto el chinamitl pudo haber funcionado como una base económica supra-familiar para la obtención de los bienes de subsistencia. Como hemos visto, etimológicamente el término se relaciona con un camellón agrícola den- tro un área inundable, que perfectamente coincide con el cultivo de bajial en los camellones litorales de la zona. De ahí la aplicación de este término a al área de Centla en lugar del empleo de otros conceptos que son sinónimos como el de calpu- lli. Lo que es sabido, es que para la Colonia temprana, el Pueblo había desplazado a las formas de organización previas y funcionaba como categoría administrativa para la incautación de pagos y servicios de la encomienda, manteniéndose el chinamitl  únicamente como referencia de división de algunos poblados.

 

COMENTARIOS FINALES

A partir de la información registrada, podemos generalizar que el radio de fo- rrajeo que se emplea en la subsistencia básica en estos ecosistemas de amplia diversidad y con los recursos cercanos entre sí, raramente se extiende más allá de 5km, en el caso de traslado a pie y a 7km cuando se emplea transporte por me- dio lacustre.


 

Las poblaciones actuales en Centla, a pesar del sistema de propiedad privada que impera en la actualidad, no mantienen demarcaciones fijas sino que los radios de forrajeo se conciben como territorios arbitrarios que corren de la costa al pantano, pero cuya característica esencial es que incluyen todos los recursos necesarios, crean- do comunidades autosuficientes. Cada comunidad mantiene un acceso territorial sobre segmentos sustanciales de cada una de las zonas de recursos de subsistencia.

En la actualidad, debido a esta cercanía a los recursos y accesibilidad para cada comunidad, no hay una ninguna organización especializada del trabajo por parte de diferentes grupos o comunidades para el aprovechamiento de microambientes espe- cíficos, sino que una comunidad se organiza explotando los recursos de manera que corta horizontalmente esta región incorporando todo el rango de variabilidad ecoló- gica, es decir que va desde la playa hasta el profundo pantano de tierra adentro.

Este control territorial se lograba bajo una forma de acceso directo y mediante micro-movimientos, dada la cercanía a los distintos ambientes, y la información etnográfica nos refiere que esta práctica comúnmente es individual o involucra la participación de algunos miembros del grupo familiar, y solo en casos especiales interviene la programación con la intervención del grupo familiar completo.

Podemos decir que el modelo económico tendría entonces que visualizarse no tanto como una adaptación a una serie de microambientes, sino como la adaptación a los ciclos de una serie de plantas y animales que se ubican, y a veces ocupan, varios de estos microambientes (Flannery, 1968: 67). Estas plantas y animales son considerados el punto focal de una serie de sistemas de procuramiento, y que están formados por los recursos que fueron culturalmente seleccionados como bienes de subsistencia (Flannery, 1968: 69).

El estudio de caso de los grupos mayas, nos muestra que se trató de una estrate- gia económica eficaz, dado que la economía colonial y después la capitalista, no han desarticulado hasta el día de hoy la economía de control horizontal, resultando en los últimos 800 años una estrategia eficiente para esta clase de ambiente.

El problema final que visualizaba el neoevolucionismo consistía en plantearse si los ajustes de las sociedades humanas a sus ambientes requería de ciertos modos particulares y recurrentes de comportamiento. O bien, si estos permitían una amplia gama de posibles patrones de conducta. Hemos reseñado brevemente tres situacio- nes de diversidad ecológica, el de los ahupuaa de Hawái, los mitmaq incaicos y la organización de los mayas chontales de la costa. Los tres escenarios comparten am- bientes de gran diversidad ecológica en donde una misma unidad social accede de forma directa a los diversos nichos ecológicos y sus recursos. Ésta fue la respuesta cultural recurrente. A consideramos que las adaptaciones ambientales llevan pa- trones culturales constantes, que aquí se expone como un modelo de economía horizontal.


 

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138                                         MIGUEL GUEVARA Y VLADIMIRA PALMA

 

Antropología Americana Vol. 3 Núm. 5 (2018), pp. 111-137

 

 

 

Venta de cal y ocote en el mercado de Etla, Oaxaca, julio de 2017

Fotografía: Cristina Oehmichen